jueves, 15 de agosto de 2013
lunes, 12 de agosto de 2013
Las relaciones socio ambientales: el objeto de la política ambiental
Constituye este el tercero y
último de tres comentarios que hemos publicado de forma continuada, siendo cada
uno de ellos, autónomos en su contenido. El primero ha formulado lo que
entendemos como el sesgo estructural de la política ambiental actual. El
segundo argumentaba que una de las razones que explican ese sesgo es la falsa
creencia que lo que podemos llamar “la naturaleza o “lo natural” consituye el
objeto de la politica ambiental. Finalmente esta última contribución introduce
un concepto, el de las “relaciones socio ambientales”, que entendemos es el
genuino objeto y propósito último de la política ambiental.
Una segunda razón, a la ya
mencionada en el comentario anterior, que nos lleva a decir que “lo natural” no
es el objeto de la política ambiental es de naturaleza pragmática, y tiene que
ver con el origen fáctico de la política ambiental, que no son otros que los
denominados “problemas ambientales”, algunos elevados a rango de crisis por su
gravedad.
El cambio climático, la pérdida
de biodiversidad, la contaminación y destrucción de los sistemas hidrológicos,
la contaminación del suelo, la contaminación atmosférica de lo centros urbanos,
entre tantos otros, no son problemas “naturales”, en el sentido de que se trate
de cuestiones pertenecientes estrictamente a “lo natural”. Se trata más de
cuestiones que revelan una nueva “realidad”, una realidad socio-natural,
compuesta por relaciones socio naturales.
Este mundo de relaciones socio
naturales y su estado, realidad que ha existido desde tiempos lejanos, pero que
muy recientemente ha pasado a ser preocupación de una acción pública orientada,
es el objeto de la política ambiental.
El estado y evolución de las
relaciones socio ambientales debieran ser, por tanto, el horizonte último de la
política ambiental, no la naturaleza como tal, sino el cómo nos relacionamos
con ella. Esto cambia radicalmente el paradigma de lo que pueden ser los
objetivos, la estrategia y más aún la conceptualización del nudo de la política
ambiental. Esto supone que cuando vayamos a discutir de los propósitos que nos
hacemos respecto del objeto de política, ya no nos referimos más a estados
deseables de la naturaleza, el aire, los mares y océanos, o la biodiversidad,
sino al estado deseable de las relaciones socio ambientales. ¿Cómo sonaría ese
nuevo discurso? Eso veremos más adelante.
Esto supone también que cuando
nos planteemos objetivos de política, ya no nos los planteemos necesariamente
en términos de estados deseables del medio ambiente, como número de especies en
tal riesgo de extinción, o calidad del aire medida en tal parámetro.
Y también supone que debieran
cambiar las metodologías y aproximaciones que utilizamos para describir y
analizar nuestro objeto de política, hoy día dominados por lenguajes
provenientes de las ciencias de la naturaleza y por tan extensas como inútiles
descripciones de los elementos naturales que supone cada uno de los problemas
ambientales en cuestión.
Entender y conceptualizar las
relaciones socio ambientales o socio naturales requiere un esfuerzo conceptual
propio, que hasta ahora se ha realizado sólo muy parcialmente, pues convencidos
de que el objeto de la política ambiental era básicamente lo natural, las
descripciones de los problemas de política constituyen articulaciones muy
pobres del alcance socio ambiental de los mismos, predominando una descripción
naturalista carente de toda articulación socio ambiental efectiva.
Esto no es de extrañar por la
conceptualización que se ha hecho del objeto y consecuentemente del objetivo de
la política ambiental. Efectivamente, si el objetivo de la política ambiental
se ha entendido como la conservación de la naturaleza en todas sus dimensiones,
entonces, su dimensión social, en general se ha limitado a describir y entender
cómo el hombre y la sociedad afectan a ese objetivo de conservación.
La sociedad en las
descripciones de la problemática ambiental no tiene otro papel que el de ser el
factor antrópico de la ecuación, es decir, la sociedad solamente
conceptualizada en tanto factor de disrupción de lo natural, no en sus propios
términos y alcances. Esto no permite reflexión alguna sobre la naturaleza de
las relaciones socio ambientales y sus singularidades.
A pesar de lo inicial que pueda
ser esta reflexión, nos atrevemos a avanzar algunas ideas acerca del contenido
y alcance de las relaciones socio ambiéntales, en términos de la política
ambiental.
Las relaciones socio
ambientales que son el objeto de la política ambiental, no son todas las
relaciones socio ambiéntales posibles, sino aquellas que, por las razones que
sean, se han constituido en un problema de política. Lo que interesa a la
política ambiental son las relaciones socio ambiéntales como problemas de
política pública. Es decir, como ámbito de intervención pública.
Con esto queremos decir que las
relaciones socio ambientales pueden ser un objeto de análisis científico,
entendido como el estudio del modo en que el hombre y la sociedad establece las
relaciones con la naturaleza a lo largo de la historia. Obviamente ese no es el
mismo objeto que el objeto de política de la política ambiental, simplemente
porque la totalidad de las relaciones socio ambientales, tampoco pueden ser
sujeto de modulación volitiva mediante una política pública o similar. Ellas se
podrán estudiar, entender, conceptualizar, pero su evolución excede con mucho a
lo que pueda hacer una política pública.
Una vez que estamos al interior
de las relaciones socio ambientales que forman parte de un problema ambiental,
entonces, podemos decir que el meollo del esfuerzo político constituye en
introducir un modelo de gestión “socialmente razonable” de esas relaciones. Es
decir, el propósito central de la política ambiental es introducir modelos
sociales de gestión eficaces de las relaciones socio ambientales acorde a los
valores sociales dominantes.
Ahora podemos decir en forma
más precisa, que el objeto de política de la política ambiental es la gestión
social de las relaciones socio ambiéntales implícitas en los problemas
ambientes que enfrenta una sociedad.
Y ahora se puede aclarar como
sonaría el discurso alternativo de objetivos de la política ambiental en este
nuevo paradigma. Los objetivos de la política ambiental debieran estar
referidos a la excelencia esperada de esos sistemas de gestión de relaciones
socio ambientales. Es decir, debieran referirse como logros a alcanzar en la
gestión o en el desarrollo de los sistemas de gestión en cada uno de lo que son
los problemas ambientales que asume como propios.
Los elementos y lógicas de los
sistemas de gestión de las relacione socio ambientales de problemas ambientales
están ya formalmente establecidos, porque la política ambiental aunque pretenda
ser una política de la naturaleza no puede sino ser una de la gestión de
relaciones socio ambientales. Estos elementos están constituidos por normas,
instituciones, estrategias, instrumentos, organizaciones, estructuras de
conocimiento, tecnologías, recursos, y un largo etcétera que conforma la
política ambiental real, y por una cierta comprensión de cuál es la mejor
articulación entre ellos. Estos sistemas evolucionan y se perfeccionan y son
más o menos eficaces en gestionar las relaciones socio ambientales con éxito.
Todo esto permite llevar a cabo
una reflexión y un análisis sistemático que permite evaluar, y diagnosticar los
sistemas de gestión en los diferentes ámbitos de la política ambiental, de
acuerdo a los estándares que disponemos
y de los valores que mostramos, y ello debiera ser la base para la formulación
de objetivos concretos para la política ambiental. El principal conocimiento
que requiere una política ambiental no es el relativo a los sistemas naturales,
sino el de su objeto de política, sólo desde allí puede formularse objetivos y
estrategias racionalmente fundadas.
Este punto de partida nos
permite introducir otro elemento de importancia. Si es necesario establecer
sistemas socialmente validados de gestión de las relaciones socio ambiéntales,
es porque estos no emergen de forma espontánea en la gestión social, o si
surgen son insuficientes para el alcance de los problemas a enfrentar.
En este caso, a diferencia de
otros ámbitos sociales como la economía o las relaciones interpersonales, por
señalar dos esferas muy dispares, la sociedad genera mecanismos de gestión, que
si requieren una intervención pública lo es en general para evitar distorsiones
singulares de lo que se generó espontáneamente y es eficaz como tal. En el caso
de las relaciones socio ambientales se trata de generar, en muchos casos ex
novo, complejos sistemas de gestión en ámbitos que de no haber tal intervención
tendrían unos desempeños caóticos, como lo demuestran mucho de los problemas
ambientales actuales.
Esta singularidad está
relacionada con el hecho de que los actores sociales no visualizan el coste del
uso de la naturaleza, porque muchos de ese coste no lo asumen ellos, sino otros
ahora u otros en el futuro. Esto ha permitido una suerte de irresponsabilidad
social generalizada respecto de las relaciones socio ambientales. Y la ausencia
de estructuras formales de responsabilidad ha impedido la institucionalización
de sistemas de gestión, y en parte es lo que sigue sucediendo aún hoy.
Las relaciones socio
ambientales están hoy en día extremadamente distribuidas, abarcan innumerables
ámbitos de la vida cotidiana, y tienen unos alcances espaciales que permiten
decir que todos los habitantes del planeta de alguna forma comparten un sistema
común de relaciones socio ambientales, y esa es quizás lo que caracteriza el
estadio actual de las relaciones socio ambientales. Nunca antes en la historia
de la humanidad las relaciones socio ambientales podían ser caracterizadas como
una sola a escala planetaria.
En este contexto parece
razonable afirmar que el éxito en el establecimiento de sistemas eficaces de
gestión de las relaciones socio ambientales depende del desarrollo de la
responsabilidad, vamos a llamarla ambiental, de la responsabilidad ambiental.
Es impensable que ese éxito dependa sólo de la incorporación de más y mejores
elementos de gestión, que también depende de eso, pero la calidad del sistema
de gestión, por su naturaleza distribuida y global, solo puede depender del
desarrollo de una “virtud social”, que es la responsabilidad ambiental, virtud
que puede y debe ser luego institucionalizada, como de hecho lo es en muchos
ámbitos de la acción social.
El incentivo, desarrollo,
fortalecimiento, e institucionalización de la responsabilidad ambiental es la
estrella polar de este nuevo paradigma de política ambiental. De la misma
manera que la estrella polar de la política ambiental convencional es a mas
protección ambiental mejor, porque seguir ese rumbo implicaba de cualquier
forma el éxito de la política como un todo, en este nuevo paradigma de la
política ambiental la estrella polar es: a más responsabilidad ambiental mejor,
siendo este el objetivo de los objetivos de la política.
Una vez establecido este
paradigma a grandes rasgos podemos preguntarnos cómo está nuestra sociedad en
el desarrollo de la responsabilidad ambiental y cuál es el grado de completitud
y excelencia de los sistemas de gestión ambiental que se requieren, para a
partir de allí construir unos objetivos racionalmente fundados para la política
ambiental.
Autor: Rodrigo Jiliberto
Autor: Rodrigo Jiliberto
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