jueves, 21 de febrero de 2013
Afra Raymond: Three myths about corruption
A raíz del deshonroso primer puesto de Colombia en América, como el país mas corrupto. según USAID
Los resultados del denominado gasto social: un elemento ausente del debate público
Sí algún Colombiano revisa los
distintos informes de ejecución en los tres niveles de gobierno, encuentra que
nuestro país, es un territorio es altamente social. El porcentaje promedio en
la composición del presupuesto tiene como referente entre el 55-60%. Esto indicia
que el 55%-60% del presupuesto está dirigido al gasto público social.
Sin embargo, este dato al
convertirse en información muestra que este porcentaje del presupuesto, parece
insuficiente, cuando se observan datos sociales como por ejemplo, (según cifras
consultadas en fuentes como el DANE y algunos estudios académicos), en Colombia
hay 2.500.000 familias sin viviendas, la población rural tiene tasas de
cobertura en APSB por debajo del 60%, la continuidad del servicio de agua
potable en los centros urbanos no supera en promedio las 12 horas de 24 horas,
la tasa de embarazos en adolescente está por encima del 15% (la segunda más
alta de Suramérica), la inversión en ciencia y tecnología es del 0,47% del PIB
(la tercera más baja de Suramérica), la cobertura en salud es en promedio del
80% (incluido régimen subsidiado y no subsidiado), en educación superior la
cobertura promedio es del 22%, en básica primaria es del 92% y en secundaria
alcanza al 90%.
Sobre las cifras en nuestro país,
existen reparos y dudas, debido a las grandes asimetrías que existen. Por lo
tanto, nuestra intención con referencia los anteriores datos, no es el de hacer
un informe de evaluación sobre resultados, pero si queremos indagar primariamente,
en la relación gestión pública y gasto social.
En los informes que se han
publicado por algunos sectores productivos y la OCDE, surge un elemento transversal
en la relación gestión pública y gasto social. Este se refiere a que el consumo
de recursos en programas aumentando y aparentemente los avances en resultados
no han sido proporcionales. Por ejemplo gran parte de la educación pública, tiene
la categoría de gasto social. Sin embargo, una y otra vez, los exámenes
nacionales e internacionales muestran que los niños asisten a las escuelas
colombianas durante ocho y diez años y, al final, no saben leer y no pueden
realizar las operaciones matemáticas más elementales.
Aumentar el gasto social, sin
ninguna precisión sobre su contenido y su calidad, hace parte del discurso de
muchas personas que se proclaman dotadas de sensibilidad social. Al respecto
consideramos, que bajo esta consigna en los 1102 municipios y 32 Departamentos
del país, se destinan más del 55% de su presupuesto, al llamado gasto social (aquí
hay que considerar los mandatos normativos que exige el SGP).
La Constitución de 1991, con
las mejores intenciones, protege únicamente el monto del gasto social. Nada
dice de los resultados exigidos de dicho gasto. Pero los gastos que sostienen a
un sistema escolar que no educa, o un sistema de servicios públicos que no
entrega bienes y servicios con calidad; es difícil que se reduzcan las brechas entre
los pobres y los ricos. Desde hace varias décadas, a partir de los trabajos de
Marcelo Selowsky en 1979, se ha comprobado, una y otra vez, que muchos de los
subsidios que hacen parte del gasto público social no llegan a los pobres, aquí
cobra importancia la intención del gobierno nacional de concentrarse en controlar
la entrega de los bienes y servicios.
Ahora, si cualquiera hace un
recorrido por el país, encuentra que la discusión sobre gasto social y resultados,
están ausentes del debate público. Esta ausencia tiene a nuestro juicio tres
elementos visibles: primero en las regiones, lastimosamente la discusión se
concentra en el concreto de las obras y si el mandatario ejecutó o no ejecutó
el presupuesto, pero nadie revisa la calidad y los resultados de las
ejecutorias. Segundo, en los gobiernos locales y departamentales, existe una
acefalia prominente a establecer resultados claros en sus ejecutorias y no
existe medición alguna. Tercero, los sistemas de presupuesto no cumplen con tres
objetivos: asignación eficiente de recursos, contribución al equilibrio fiscal
e impulso de la eficiencia operativa en las agencias ejecutoras. Sin embargo,
los actuales sistemas se caracterizan por la asignación del presupuesto con
enfoque inercial, por centrarse principalmente en las instituciones e insumos y
no en los servicios, y por el débil uso de la información de desempeño en la
toma de decisiones, principalmente aquella generada por el seguimiento y la
evaluación.
Para llenar este vacío, se han
presentado propuestas y sugerencias que insisten, además, en la necesidad de
establecer un sistema de evaluación que muestre cuáles son los aciertos y
cuáles son los programas sociales que no sirven para mejorar las perspectivas
de los más pobres. El camino hacia la equidad exige que el gasto social no sea
sólo un gasto más del presupuesto.
Algunas de estas propuestas, no
son o reciben tanta publicidad en el concierto general del país, pero que vale
la pena impulsar con mayor esfuerzo, algunos de estos esfuerzos son: Sinergia
Territorial iniciativa de la dirección de seguimiento y evaluación de políticas
públicas del DNP. CEDE de la universidad de los andes con su iniciativa de
estudio de gastos público y equidad social en Colombia (CEDE, documento 09,
Gasto público y movilidad y equidad social, Andrés Escobar y Mauricio Olivera).
BID, iniciativa de trabajo de
presupuesto por resultado y calidad de vida (leer los documentos elaborados por
Jaime Bonet y Juan Gonzalo Zapata).
miércoles, 20 de febrero de 2013
martes, 19 de febrero de 2013
La contaminación está afectando el peso de bebés recién nacidos
En
una reciente publicación de Environmental Health Perspectives, se presentó un
trabajo que revisó más de tres millones de nacimientos en nueve países de todo
el mundo. Este trabajo presenta evidencias de una contaminación de partículas más finas que
un cabello, que emiten los autos, algunas calefacciones y plantas generadoras
de energía, que afecta a los neonatos.
Los
niños que nacen bajos de peso tienen más riesgo a morir en el primer año. Si
bien la mayoría sobrevive, éstos son más propensos a desarrollar enfermedades
de alto riesgo -cardiovasculares y diabetes- al alcanzar la adultez.
El
equipo de investigadores estudió los datos proporcionados por las agencias de
contaminación en Norteamérica, Suramérica, Europa y Asia. A partir de estas
cifras estimaron la contaminación a la que pueden estar expuestas las
embarazadas en cada región, lo que compararon con los registros de nacimientos.
Esta
investigación determinó que hay una consistencia en los datos a nivel mundial
que apuntan a que la relación entre el peso del recién nacido y la
contaminación es directamente proporcional: a más exposición, menor es la media
de peso en bebés. Lo que más me sorprendió de los resultados es la relación
consistente entre la contaminación del aire de las partículas finas y el alto
riesgo de nacer bajo de peso.
La
mayoría de los habitantes del planeta están expuestos a los niveles de
contaminación del estudio. Según el estudio, por cada incremento de 10
microgramos de partículas por metro cúbico hay un aumento del riesgo de entre
el 3% y el 10%. Desde el punto de vista individual puede parecer una diferencia
insignificante, pero cuando estamos hablando de una población expuesta,
entonces se trata de un posible cambio general en el peso de neonatos, con un
aumento en el número de bebes bajos de peso.
Lo
realmente significativo de la investigación es que se trata de niveles de
contaminación del aire a los que prácticamente todo el mundo está expuesto. En
regiones como China, que tiene los niveles de contaminación más altos en el
mundo, los partos se podrían estar viendo afectados.
La
investigadora señaló que si bien se ha comprobado una relación entre el feto y
la contaminación, todavía no se sabe con certeza cómo las partículas finas
afectan al bebé. En el estudio se plantea esto se debe estrés oxidativo que
afecta tanto a la madre como al feto. Este tipo de estrés se origina por un
desequilibrio entre las especies reactivas al oxígeno y la capacidad del
sistema biológico a desintoxicar esos reactivos con rapidez. Sin embargo el
estudio advierte que esto es sólo una teoría que no ha sido probada. Así mismo
se hace el llamado de atención para que se implementen regulaciones que busquen
disminuir los niveles de contaminación en todo el mundo.
Sería
interesante que el ministerio de Salud y el de Ambiente realizaran un estudio
para Colombia, aprovechando que el actual Ministro Alejandro Gaviria, en el
pasado realizó un completo estudio sobre la relación entre le bajo peso al
nacer y las condiciones económicas de los padres. ¿Además de la edad y la nutrición,
como la contaminación está afectando la
variable de bajo peso al nacer en Colombia?
El
estudio puede descargarse del siguiente Link: http://ehp03.niehs.nih.gov/
Nota: esta nota de reflexión
ha sido elaborada a partir del documental presentado en la pagina http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/02/130206_salud_contaminacion_bebes_gtg.shtml
VUELVE Y JUEGA; parte III
Estimados amigos, podremos parecer mono temáticos, pero consideramos oportuno seguir haciendo parte de un activismo, que su único interés es generar información para que se debata a profundidad el tema del desarrollo sostenible del país, incluido los instrumentos y reglas de juego.
Ayer lo manifestamos en nuestra nota, al referirnos a un boom mediático, que se basa en un análisis operativo que cae en imprecisiones. Hoy las paginas del espectador vuelve hacerle eco a la situación, por lo que tomamos la decisión de reproducir un artículo escrito por Cesar Rodríguez en el diario el espectador del 19 de Febrero de 2013.
Soprende la desinformación del ministro de Agricultura y de influyentes periodistas como María Isabel Rueda y Felipe Zuleta sobre lo que pasa en los territorios de comunidades indígenas y negras. Y son francamente alucinantes las propuestas que surgen de semejante desconocimiento, como la de hacer por internet las consultas con estas comunidades, que lanzó el ministro Restrepo sin reparar en que muchas de ellas no tienen ni electricidad. De modo que, para mejorar las consultas, hay que seguir despejando los mitos sobre ellas.
Primero, no es cierto que el Estado esté “semiparalizado” por culpa de las comunidades étnicas. Lo que hay es una parálisis interna del mismo gobierno. Por descoordinación entre el Ministerio de Minas y el del Interior se han desperdiciado los dos años que dio la Corte Constitucional para consultar el nuevo Código Minero. Por la constante rotación de funcionarios se despilfarró la experiencia de la consulta del decreto ley sobre víctimas indígenas, que mostró que es posible lograr acuerdos cuando se hacen bien las consultas. Por incompetencia o falta de voluntad política, los gobiernos llevan 15 años sin profesionalizar los procesos de consulta, desde que la Corte hizo las primeras advertencias en el caso de la construcción de la represa de Urrá, que dejó al pueblo embera katío al borde del colapso.
Segundo, es falso que haya corrupción generalizada. Quienes hemos estudiado consultas por todo el país, sabemos que las organizaciones étnicas representativas (ONIC, CRIC, PCN, Cimarrón y otras) nunca han entrado en el juego del clientelismo. Y que éste ha sido alimentado desde los mismos gobiernos, que con frecuencia prefirieron la vía rápida de los favores a líderes corruptos, como algunos miembros de la antigua Alta Consultiva de Comunidades Negras. Esa ha sido también la lógica de las empresas en la consulta: negociar el precio del consentimiento. Un ejemplo entre muchos: quienes señalan a las comunidades étnicas de chantaje olvidan la reciente denuncia de expertos como el exministro Manuel Rodríguez, que indicaron que Cerrejón andaría prometiendo chivos y obras públicas a cambio de la firma de los wayuu a favor de la desviación del río Ranchería, para explotar carbón bajo su lecho.
Tercero, ha hecho carrera el mito de que indígenas y afros exigen suculentos viáticos y almuerzos, y pagos para costosos asesores externos. La realidad es muy otra, como lo habrían visto los periodistas si hubieran asistido a una reunión de consulta. Si no quisieran salir de Bogotá, podrían acercarse a los modestos hoteles del centro capitalino donde se hacen las consultas de leyes, para corroborar que lo que predomina es el sancocho, y que los pueblos étnicos trabajan con las uñas o con asesores voluntarios o temporales, que contrastan con la plantilla de abogados de ministerios y empresas. Pero tal vez la imprecisión más injusta es que las consultas oponen el “interés privado” de los pueblos étnicos al interés público. Todo lo contrario: si no fuera por la consulta, el interés público de la preservación del medio ambiente hace rato habría sucumbido al interés privado de empresas como la Drummond, con los efectos que están saliendo a flote, literalmente, en la bahía de Santa Marta. Ante la falta de regulaciones ambientales y culturales serias, la consulta ha sido el único riel para la locomotora minera. En lugar de desmontarlo con propuestas disparatadas, hay que fortalecerlo con protocolos claros, presupuesto adecuado y funcionarios especializados que apliquen, por fin, la Constitución, los tratados y los fallos judiciales.
Primero, no es cierto que el Estado esté “semiparalizado” por culpa de las comunidades étnicas. Lo que hay es una parálisis interna del mismo gobierno. Por descoordinación entre el Ministerio de Minas y el del Interior se han desperdiciado los dos años que dio la Corte Constitucional para consultar el nuevo Código Minero. Por la constante rotación de funcionarios se despilfarró la experiencia de la consulta del decreto ley sobre víctimas indígenas, que mostró que es posible lograr acuerdos cuando se hacen bien las consultas. Por incompetencia o falta de voluntad política, los gobiernos llevan 15 años sin profesionalizar los procesos de consulta, desde que la Corte hizo las primeras advertencias en el caso de la construcción de la represa de Urrá, que dejó al pueblo embera katío al borde del colapso.
Segundo, es falso que haya corrupción generalizada. Quienes hemos estudiado consultas por todo el país, sabemos que las organizaciones étnicas representativas (ONIC, CRIC, PCN, Cimarrón y otras) nunca han entrado en el juego del clientelismo. Y que éste ha sido alimentado desde los mismos gobiernos, que con frecuencia prefirieron la vía rápida de los favores a líderes corruptos, como algunos miembros de la antigua Alta Consultiva de Comunidades Negras. Esa ha sido también la lógica de las empresas en la consulta: negociar el precio del consentimiento. Un ejemplo entre muchos: quienes señalan a las comunidades étnicas de chantaje olvidan la reciente denuncia de expertos como el exministro Manuel Rodríguez, que indicaron que Cerrejón andaría prometiendo chivos y obras públicas a cambio de la firma de los wayuu a favor de la desviación del río Ranchería, para explotar carbón bajo su lecho.
Tercero, ha hecho carrera el mito de que indígenas y afros exigen suculentos viáticos y almuerzos, y pagos para costosos asesores externos. La realidad es muy otra, como lo habrían visto los periodistas si hubieran asistido a una reunión de consulta. Si no quisieran salir de Bogotá, podrían acercarse a los modestos hoteles del centro capitalino donde se hacen las consultas de leyes, para corroborar que lo que predomina es el sancocho, y que los pueblos étnicos trabajan con las uñas o con asesores voluntarios o temporales, que contrastan con la plantilla de abogados de ministerios y empresas. Pero tal vez la imprecisión más injusta es que las consultas oponen el “interés privado” de los pueblos étnicos al interés público. Todo lo contrario: si no fuera por la consulta, el interés público de la preservación del medio ambiente hace rato habría sucumbido al interés privado de empresas como la Drummond, con los efectos que están saliendo a flote, literalmente, en la bahía de Santa Marta. Ante la falta de regulaciones ambientales y culturales serias, la consulta ha sido el único riel para la locomotora minera. En lugar de desmontarlo con propuestas disparatadas, hay que fortalecerlo con protocolos claros, presupuesto adecuado y funcionarios especializados que apliquen, por fin, la Constitución, los tratados y los fallos judiciales.
lunes, 18 de febrero de 2013
La necesidad de un análisis institucional más estructural y proclive a gobernar bienes comunes
Mas allá del accidente de
Drummond, han emergido problemas como: los Ciruelos, los retrasos en las obras
de infraestructura, eficacia de los parques naturales (Santurbán), las
denuncias de corrupción en la ANLA para el trámite de licencias, problemas de
abastecimiento y calidad del agua en muchos centros poblados del país.
A nuestro juicio, se ha venido
dando un sistemático y continuo despliegue publicitario sobre la crisis de la institucionalidad
ambiental. Decimos que publicitario, porque en realidad de fondo no se ha dado ningún
pronunciamiento oficial, lo que se ha vivido son posiciones mediáticas del
ministro u otros funcionarios, así como decenas de columnistas y editoriales.
Lo que reconocemos al boom
publicitario, es que ha sacado de las profundidades problemas existentes, dándonos
la excusa para hablar de lo realmente importante. Y en este caso hay varios
asuntos para discutir.
Lo que está en el fondo de
esto, es que existe una crisis que demanda de un ajuste en el arreglo
institucional del país, donde se fijen la reglas claras de cómo nos queremos
desarrollarnos y còmo queremos conservar y proteger, lo que realmente
consideremos los colombianos que vale la pena mantener.
De acuerdo con las
declaraciones en varios medios, del Ministro del ramo, pareciese que el
Gobierno ha centrado su análisis en el nivel que puede denominarse “nivel operativo”.
Es decir se busca mejorar el arreglo institucional a través de: modificar las
consultas previas (pero nadie sabe que se quiere modificar), modificar el
proceso de licencias ambientales (públicamente sabe qué y cómo), modificar las
CAR, desmontar la ANLA.
Hacer este análisis en el nivel
operativo, no debe ser el centro de la acción, dada la complejidad de la
situación se requiere integrar otros dos niveles más de análisis que son el de elección
normativa o constitucional y el nivel de elección colectiva. La integración de
otros niveles de análisis, son necesarios, por cuanto:
Primero, se supone que el nivel de
análisis operativo tanto las reglas del juego como las restricciones físicas y tecnológicas,
están dadas y no se modificarán durante un lapso de tiempo. Lo cual no es real,
porque en nuestro arreglo institucional
ocurre todo lo contrario, para ejemplificar mírese lo siguiente: La
legislación, pese a lo volátil, ha sido bastante clara: el Decreto 3083 de 2007
exigía que a partir de julio de 2010 todos los puertos marítimos del país
debían aplicar el cargue directo, asunto que fue modificado, por el
incumplimiento, hasta el 1° de enero de 2014, si se cumplían los requisitos de
que habla la Ley 1450 de 2011. Lo anterior muestra como las reglas de juego han
ido variando.
Segundo, este tipo de análisis parece
pasar por debajo de la mesa, un cuello de botella estructural en la problemática,
y es que las acciones colectivas son fácilmente influenciables por los
individuos en su proceso de racionalidad y elección. Esto nos indica que los
individuos extraen un recurso de un sistema natural, convirtiéndolos en
productos transados en un mercado imperfecto, que no retorna el real valor de
lo extraído. Aquí emerge el problema de la apropiación y provisión de bienes,
que de alguna manera se intentan regular y es allí donde se requiere mirar los
otros dos niveles de análisis. Por ejemplo en el caso Drummond, las reglas de juego
no pudieron lograr que la racionalidad y elección de la empresa, los condujera
a darle cumplimiento Decreto 3083 de 2007. En su racionalidad la empresa logró
persuadir al estado para que el plazo de julio de 2010, fuese prorrogado a
2014. Al analizar esta situación en un sistema de racionalidad reglada, se
evidencia una capacidad de persuadir por casi 7 años una regla fijada para
superar barreras tecnológicas y reducir los riesgos. Esto muestra que no solo
existen disfuncionalidad en la instrumentación, si no que existe a nivel de
políticas, de administración y de interpretación normativa.
Tercero. Al respecto nos preguntamos,
cómo en un estado donde existe el libre mercado, el Gobierno en los procesos de
grandes proyectos de infraestructura, indispensable para el desarrollo del país,
los concesiona dejando en la libertad a la racionalidad del individuo, para que
tramite licencias ambientales y gestione predios. En la lógica del mercado
prima la racionalidad del menor esfuerzo al menor costo, con los más altos
rendimientos (Eso no es un pecado ni un delito, negocio es negocio). Por eso
hoy día el tramo 1 de la ruta del sol la doble calzada Cali-Buenaventura, están
retrasados.
Cuarto al analizar la situación
de manera operativa, el gobierno supone que la tecnología y las reglas institucionales son conocidas y
estables (lo cual no es cierto). Sin embargo la tecnología como las reglas están
sujetas a cambios a lo largo del tiempo. Mírese ejemplo del Decreto 3083. O mírese
todos los cambios que ha sufrido el proceso de licenciamiento, desde la ley 99,
pasando por el decreto 1753 y terminado en el Decreto 2820.
Por lo tanto, el análisis y las
acciones que se tomen en esta materia, deben provenir de un juicioso estudio
del arreglo institucional (que involucre los tres niveles) y no sobre el análisis
particular de decisiones operativas como un conjunto de reglas. Se requiere
tomarse en serio el diseño institucional del ajuste del sector y es ahí donde el
Estado cumple su papel.
Este planteamiento nuestro no
es un capricho de ambientalistas (como lo plantean algunos columnistas como
Felipe Zuleta, en su columna del domingo 16 de febrero), el mismo gremio minero
por ejemplo a través de Claudia Jiménez, planteo en el diario el tiempo la
semana anterior, que lo que falta en el sector minero es más institucionalidad.
Mayor coordinación en el Gobierno, ya que, dice, los ministerios no hablan
siempre en el mismo sentido. Faltan lineamientos más específicos, políticas más
sólidas, en fin, más definición e implementación de una minería realmente
responsable. ¿Se podrá?
Por más riqueza que le aporten
a este país, el medio ambiente no se puede dejar a la buena voluntad de los
privados. El Estado debe fortalecerse. El Gobierno no tiene por qué temerle a
una multinacional a la hora de hacerla responder. Ni esperar a que exista un
escándalo mediático para mostrarse fuerte. Ese no puede ser el sentido de las
cosas.
Creemos que en este caso es muy
útil el legado dejado por la profesora Elinor Orstrom, se requieren un diseño
institucional más proclive a gobernar bienes comunes en un entorno de libre
mercado
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