viernes, 8 de febrero de 2013
La EAE, una aproximación para la mejora en procesos de toma de decisión
De otro lado, esta reflexión de
hoy tiene un doble propósito: el primero aportar elementos que justifiquen
nuestra posición en la nota del día 7 de febrero, frente a los problemas que enfrenta
nuestra modelo de planeación de las locomotoras, donde aun perviven
limitaciones en la manera como se considera la variable ambiental en los
procesos de toma de decisiones, no existe claridad. El segundo propósito es
explicar la Evaluación ambiental estratégica (EAE), como herramienta que
coadyuvaría en la mejora de procesos de toma de decisión.
Para tal fin, consideramos apropiado,
presentar un texto elaborado por el Experto Chileno-Español, Rodrigo Jiliberto.
La Evaluación Ambiental
Estratégica (EAE) se halla aún en fase de desarrollo. Eso significa que es
necesario reflexionar con cierto detenimiento sobre ¿qué es y qué significa
este instrumento en el marco de la política y gestión ambiental de un país?.
Eso es lo que se trata de realizar a continuación. Este texto constituye un
intento de evaluar el estado del arte y delinear una propuesta de EAE centrada
en la mejora de la decisión, y focalizada en la mejora de los procesos de
decisión, que va ganado paulatinamente terrero entre los teóricos y
profesionales de la EAE.
La EAE necesita dotarse de un
marco teórico y conceptual propia, liberarse de los modelos y conceptos propios
de la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) de proyectos, para poder abordar
los retos que supone mejorar ambientalmente decisiones estratégicas complejas,
como son las políticas, los planes y los programas (PPP). Ese es uno de los
objetivos que se abordan en primer lugar en este texto. Se trata de definir el
objetivo particular y diferencial de la EAE como herramienta de apoyo a la toma
de decisiones estratégicas. Esta particularidad está recogida sintéticamente en
dos conceptos que se proponen, el de requisitos de consistencia decisional, y
el de valores ambientales de decisión.
La EAE necesita, además,
identificar la dimensión ambiental propia y diferencial de las decisiones
estratégicas respecto de la de proyectos, que es abordada por la EIA. La
dimensión ambiental de un proyecto se ha representado mediante un modelo simple
que consiste relacionar un determinado proyecto con el medio ambiente a través
de vectores lineales de impacto. Este modelo, cuya expresión metodológica y operativa es el concepto de impacto
ambiental ha sido útil para identificar y dar cuenta de la dimensión ambiental
de proyectos. Aquí se propone que la dimensión ambiental estratégica, que es la
que debe ser competencia y atañe a la EAE de decisiones estratégicas, debe
estar representada por un modelo más complejo y de base metodológica sistémica
que aquí se denomina sistema ambiental sectorial, y que como tal representación
de la dimensión ambiental estratégica de decisiones estratégicas debe
constituir un referente central en el proceso de EAE.
Finalmente la EAE requiere de
una metodología, es decir, de un conjunto articulado de pasos para llevar a
cabo lo que constituye su objetivo
principal, que es fomentar la incorporación de valores ambientales a las
decisiones estratégicas. En este sentido la EAE también debe liberarse de las
metodologías tradicionales de EIA orientadas a la evaluación de productos,
finalistas o ajenas a los procesos sustantivos de decisión. La EAE debe
desarrollar metodologías centradas en la evaluación de procesos, capaces de
enfrentar con creatividad y realismo el reto de tener que lidiar con procesos
complejos, no lineales, y muchas veces carentes de una lógica de decisión
explícita, como son los que dan lugar a PPP. Aquí se propone una metodología de
EAE, que respetando los objetivos diferenciales y la naturaleza propia de la
EAE, puede asumir la diversidad de los procesos de decisión, y favorecer un proceso
incremental de mejora ambiental de PPP.
De manera creciente la EAE es
entendida como un proceso destinado a mejorar los procesos de decisiones desde
una perspectiva ambiental. (Jiliberto, 2002 y 2004; Bina, 2003) Una reciente
definición propuesta en el ámbito del Banco Mundial refleja bien esta
tendencia, según la cual la EAE consiste en “ una aproximación participativa
para posicionar, en el centro de la toma de decisión, los aspectos ambientales
y sociales e influir en la planificación del desarrollo, la toma de decisiones
y los procesos de implementación a nivel estratégico” (Mercier, 2004).
Este escenario ha llevado a que
en la actualidad se reconozcan tres aproximaciones básicas a la EAE: una
inspirada en la EIA, otra inspirada en lo que en la terminología inglesa se
conoce como “policy appraisal”, es decir, entendida como una metodología de
evaluación de políticas orientada por objetivos y, finalmente, una aproximación
de EAE integradora, inspirada en la integración de la dimensión ambiental en el
proceso de decisión, utilizando parte del instrumental del “policy appraisal”.
(Dalal-Calyton, Sadler, 2005; EC 2001).
No obstante, entre la evolución
conceptual y la práctica operativa en EAE hay todavía una valla que salvar,
pues una nueva conceptualización requiere una nueva aproximación metodológica,
cosa que hasta ahora no se ha solventado consistentemente. Esta carencia es la
que ha animado al proyecto europeo denominado Evaluación Ambiental Estratégica
Analítica (ANSEA). Este ha intentado proveer una metodología de EAE consistente
con una definición conceptual de la EAE desde las ciencias de la decisión y la
planificación estratégica, que obviamente la entiende como un instrumento
centrado en la mejora del proceso de decisión. (Caratti, Dalkmann, Jiliberto,
2004; Dalkmann, Bongart, Jiliberto, 2004).
Sin duda, el reto más
importante de la EAE consiste en superar el paradigma que ha dominado la
evaluación ambiental en las últimas décadas, según el cual toda evaluación
ambiental consiste en alimentar una decisión con información, lo más objetiva
posible, sobre las probables relaciones futuras de dos entidades separadas, por
un lado, una decisión, y por el otro, el medio ambiente. Paradigma del cual se
deriva el extemporaneo racionalismo sustantivo que domina las prácticas de la
EIA y de mucha de la EAE.
jueves, 7 de febrero de 2013
El sistema de comando y control, no es el único responsable: la fiebre no está en las Sabanas
Con tristeza e impotencia
muchos Colombianos miran, la queja permanente que existen sobre los proyectos
mineros en Colombia. A nuestro Juicio lo de Drummond es una mínima parte, de la
tragedia que viven muchos ciudadanos, como consecuencia de desarrollos mineros.
Lo acontecido en el puerto era
una tragedia anunciada, donde por demás la posición de la ANLA, está acorde al manejo
de la crisis que presenta la situación. Sin embargo, tampoco es justo que la
culpa de la problemática socio-ambiental y económica, en torno a los proyectos
mineros, recaiga sobre el sector ambiental (muchos hablan que es culpa, por que el seguimiento y el control es permisivo). La fiebre no hay que buscarla solo
en la sábanas.
Se considera que lo vivido es
fruto de un proceso de planificación minera que no define claramente las reglas
de juego, de lo que en muchos documentos de política sectorial se denomina
sostenibilidad del sector. A continuación compartiremos algunos elementos que
soportan nuestra afirmación.
Desde la constitución de 1991,
se ha definido el propósito y ámbito de planificación como la finalidad
político institucional más general que rige la labor de planificación y al área
específica de acción de la política pública sobre el cual se toman decisiones,
sean indicativas u obligatorias.
Como bien señala el documento,
Colombia País Minero, Visión 2019, “Como propietario de los recursos del
subsuelo del territorio colombiano, al Estado le corresponde planificar y
prever las acciones que debe realizar para que el aprovechamiento y manejo de
los mismos sea el más adecuado”. Este señalamiento identifica una primera gran
aproximación al ámbito de planificación, y debiera entenderse como todo aquello
que asegure el mejor aprovechamiento y manejo de los recursos minerales. Se
trata de la planificación de la acción del conjunto del Estado frente a este
recurso del que es propietario, es decir, se trata de una planificación en
función de su papel de administrador del recurso en representación de todos los
colombianos.
Esta naturaleza está ratificada
en la normativa que rige la acción de la UPME (Decreto 225 de 2004), que señala
que a ésta le cabe la responsabilidad de planear de forma integral, indicativa
y permanente el desarrollo y aprovechamiento de los recursos mineros del país.
La planificación minera abordada por la UPME establece que: el propósito es
proveer una visión estratégica, indicativa, de cómo hacer para que la
administración de los recursos mineros redunde en su mejor desarrollo y
aprovechamiento.
En este contexto se trata de
una planificación referida a la función global de administración del recurso que
le cabe al Estado como conjunto, y no al que le pueda caber a cada una de las
instituciones del Estado, entre las cuales esa función de administración
general pueda estar repartida.
Las definiciones anteriores
ayudan a precisar el objetivo último que se persigue con la definición de lineamientos
estratégicos para la administración del recurso: asegurar el mejor desarrollo y
aprovechamiento de los recursos mineros del país, con el objeto de que de ello
se derive el mayor bienestar posible para todos los colombianos.
Esto lleva a la pregunta obvia
de qué es una buena minería para el país. Pues sería un obviedad postular, en
nuestras sociedades actuales que cualquier minería es beneficiosa para la
sociedad. El definir esto es justamente una función de política, pues podrá
variar en el tiempo, lo relevante efectos metodológicos es que se señale cual
es el referente del mejor aprovechamiento, hacia el cual se va a direccionar
estratégicamente la administración del recurso.
Curiosamente en los documentos
de política sectorial como son el Plan Nacional de Desarrollo Minero, así como
el ya mencionado documento Colombia País Minero, Visión 2019, no se proporciona
una definición de lo que se entiende como aquella minería que asegura el mejor aprovechamiento
del recurso. Por ejemplo, en este último documento se identifica la visión
sectorial como la idea fuerza de la acción pública a largo plazo y se dice,
“..en el año 2019 la industria minera colombiana será una de las más
importantes del continente y habrá ampliado significativamente su participación
en la economía nacional”.
Hay que retrotraerse quizá al
Plan Nacional de Desarrollo (prosperidad para todos) para obtener lineamientos
más amplios al respecto cuando señala que “..las políticas sectoriales deben
fundamentarse en los principios de aumento de la productividad con criterio de
sostenibilidad y de eficacia y de coordinación y complementariedad de la
gestión estatal” Pero además el PND establece que con el fin de cumplir con el mandato
constitucional, el proceso de desarrollo de Colombia debe sustentarse en la
articulación adecuada de sus dimensiones económica, social y ambiental. Dicha
articulación permitirá sentar las bases para avanzar hacia el desarrollo
sostenible, entendido como aquel “…que satisface las necesidades del presente
sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas.
Consecuente con lo anterior, el
desarrollo sostenible debe forjarse en función de garantizar unas condiciones adecuadas
y seguras de calidad de vida de los habitantes y las condiciones propicias para
el crecimiento económico. Lo anterior implica integrar las consideraciones
ambientales y del riesgo en los procesos de planificación, de manera que se
promueva la adopción de modalidades sostenibles de producción y consumo, así
como la reducción del riesgo y, la prevención de la degradación ambiental.” Lo cual
abiertamente, el sistema de transporte y embarque de carbón de Drummond, no pareciesen
los de menor riesgo. Esto lleva a conjeturar que la acción del Estado como
administrador del recurso minero debe propender a una minería sostenible, es
decir, que genera bienestar económico, equidad social y sostenibilidad ambiental.
Por lo tanto el fin último de la planificación no debiera ser el mero
crecimiento minero, sino el de una minería sostenible.
De forma muy genérica podríamos
concluir que la sostenibilidad en la locomotora minera, como de cualquier de
ellas, depende de la capacidad que esta tienen para promover el crecimiento
sectorial generando y distribuyendo de forma equitativa las rentas del
crecimiento, conservando una razonable equilibrio-territorial, propendiendo a
la equidad sociales, en un contextos general de gobernabilidad.
Ya parte de ese camino se ha
recorrido, con la propuesta del nuevo sistema general de regalías, que en el
papel busca una mayor distribución. Lo que aún no se ha recorrido, y el sector
ambiental sigue esperando, es que en el proceso de planeación sectorial, la
variable ambiental se tome como elemento de decisión. Si se contase para los
grandes proyectos con evaluaciones estratégicas o estudios de riesgos de
sostenibilidad, muy seguramente, en nuestra planeación indicativa se generarían
lineamientos que prevean que el desarrollo minero, evite o reduzca algunos riesgos
previsibles, tanto, para el tema socioeconómico, como ambiental. Esto no garantiza
que no existan efectos o impactos, pero sí que existan mejores decisiones que
sopesen riesgos y aumenten las condiciones de sostenibilidad.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Los grandes proyectos y la vertebración territorial
En las carreras propias de la ejecución
de los gobiernos y máxime del Nacional, en referencia a sus grandes apuestas de
la locomotora de infraestructura, se han venido haciendo anuncios sistemáticos
sobre la concretación y la realización de los grandes proyectos viales y demás.
Primero fue la ruta del sol y el inicio de la construcción del tramo 3, luego
fue el ministerio de transporte y la ANI, anunciando la salida al mercado de la
concesiones de cuarta generación.
Ayer el Alcalde de Barranca,
anuncia, de manera conjunta con Ecopetrol y el Ministerio de Transporte; La Gran Vía Yuma, la cual será la arteria vial
más importante para Barrancabermeja y el Santander, ya que ubicará al puerto
petrolero al mismo nivel de las grandes ciudades del país y le permitirá la
conexión con estratégicas vías, como la Ruta del Sol y el río Magdalena, así
como con vías del sur de Antioquia y Bolívar. Y en el futuro contribuirá a la
comunicación entre Venezuela, Colombia y Panamá.
Hay que aplaudir, el despliegue
y la fuerza con que se vienen impulsando estos proyectos, así como a las visiones
de conectividad y de productividad. Sin embargo, como dice el refrán, del dicho
al hecho, hay mucho trecho. Lo afirmamos, no en el sentido que las obras no se
ejecuten, si no en el efecto de la supuesta capacidad vertebración del
territorio, que se dice generarían estos proyectos.
Cuando se revisa por ejemplo
los estudios de la ruta del Sol, o de la doble calzada Bogotà-Girardot, o
revisa los pre-términos de las concesiones de cuarta generación; existe una
fuerte limitación en el sentido que no se articulan estudios o requerimientos técnicos,
que analicen la verdadera capacidad de vertebración territorial de estos
proyectos a lo largo de su trazado y cuáles serían los riesgos de
sostenibilidad sobre las dinámicas propias de la regiones.
A nuestro juicio, hay ausencia
en la estructuración de estos grandes proyectos, de reflexiones como las
siguientes:
Los procesos de
reestructuración económica y la apertura de los mercados han generado múltiples
y variadas consecuencias sobre nuestros territorios. Quizás para Colombia, como
para otros países latinoamericanos, uno de los más importantes procesos a nivel
regional es el desarrollo de espacios altamente especializados o
regiones-commodities. Distintos trabajos académicos señalan que interiormente,
en conjunto con áreas de gran competitividad, se están generando áreas rezagadas
o alejadas de los dinamismos económicos y es allí donde se piensa que el
problema es la ausencia de conectividad de estas periferias con el centro, lo
cual es un supuesto no tan cierto y eficaz.
A partir de las últimas tres
décadas la dinámica del modelo territorial continental Colombiano ha venido
evolucionando en tres importantes procesos: la litoralización, la metropolización
y la concentración de población en ciudades medias e intermedias
Hoy nos parece necesario tener
en cuenta las fuerzas que dirigen los mercados, dentro de los análisis que se
realizan, ya que nos estamos enfocando solamente a realizar modelaciones de
flujos de cargas y de pasajeros, sin analizar las reales capacidades que tienen
las organizaciones territoriales para
dinamizar sus producciones, al mismo ritmo de la dinámica de movilidad.
Es indudable que con estos
proyectos se quieren hacer correcciones al modelo de desarrollo, acercando y
constituyendo un nuevo sistema de conectividad productiva. Sin embargo, es
necesario revisar la real capacidad de estos proyectos para lograr la vertebraciòn
de las economías regionales, que muchas veces depende en gran medida de romper
con los códigos del mercado que sobreviven, y de rezagos de bienes públicos locales.
Un ejemplo siempre se habla de la presencia en el territorio de despensas agrícolas,
y que mejorando el sistema vial terciario y secundario conectado a la red
primaria; estas despensas aumentan su producción, mejorando las condiciones de
vida. De otro lado, al indagar a los productores sobre los beneficios
relacionados con el aumento de producción y de ingresos, estos manifestaron que la movilidad no es suficiente porque: requieren
mayores incentivos, requieren subsidios o líneas de créditos, requiere infraestructura
de riesgo, requieren mejorar la accesibilidad a los mercados. (Algunos
estudios consultados, como por ejemplo multifuncionalidad agraria y territorio) Es decir, requieren de otros
bienes públicos locales.
En estas dinámicas se
evidencian grandes problemas que enfrentan las localidades más alejadas de los
centros dinamizadores. Estas entidades, a nuestro entender, representan un reto
para el nuevo sistema que se susciten con estos grandes proyectos. Así, aparece
urgente proporcionar una vertebración del territorio y, finalmente, borrar los
efectos frontera.
La posibilidad de abrir el
territorio, constituyendo distintas redes de interrelación, aparece como una
oportunidad que actúe potenciando la vertebración del territorio, aumentando
sus capacidades de construcción de sinergias, sin embargo estos elementos son
los que no se evidencian en dichos proyectos.
Otro elemento ausente, es como
a través de estos grandes proyectos se pueden tejer una suerte de una
estrategia microrregional podrá propiciar un cambio en la óptica en la que
tradicionalmente se basan las políticas públicas que abordan la problemática
del desarrollo urbano-regional.
Para que este procedimiento
pueda garantizar resultados positivos se requiere como condición indispensable
poner en marcha programas integrales de dotación de servicios, infraestructura,
comunicaciones y transportes, fomento a las actividades productivas, así como
acciones de conservación y preservación del medio ambiente, los cuales habrán
de funcionar como elementos articuladores entre las microrregiones y el conjunto
de la región a partir de un planeamiento multiescalar.
Finalmente, nos preocupan los
territorios rurales que tradicionalmente van a la zaga de las influencias de
los centros urbanos más próximos, por lo que es fundamental precisar, desde una
perspectiva sistémica, cuáles son los mecanismos y estrategias que se pueden
poner en operación para acumular ventajas de ubicación propicias para la
competitividad e intercambio intrarregional. Es decir, debemos producir ideas
que estimulen la generación de aglomeraciones en torno a los espacios
naturales, sin que necesariamente dichos espacios se conviertan en ciudades o,
más bien, en sistemas urbano-territoriales.
Finalmente, nuestro
planteamiento, es que la estructuración de los grandes proyectos del país amplíe
el espectro de análisis territorial y donde como mínimo se indaguen cosas como:
¿En qué ha derivado su modelo de vertebración territorial y su sistema de
centros poblados? ¿Cuáles son las características de estas áreas rezagadas? Y
por ende, ¿cuáles son los desafíos a los cuales se enfrentan?
martes, 5 de febrero de 2013
Los planes de infraestructura vial en las ciudades, no deben estar dominados por la racionalidad "sexy"
En una reciente visita a algunas
ciudades de la Costa Atlántica, hemos observado la puesta en marcha, de
iniciativas de sistemas integrado de transporte Masivo (proyectos como SIVA, Montería,
Sincelejo, transmetro y transcaribe). Al respecto, queremos compartir una
mirada más desde el acento de desarrollo urbano y de racionalidad pública; que
el impacto socio-económica que estos puedan generar. (Esta mirada se
hace partiendo de los preceptos teóricos desarrollados por Germán Correa Díaz,
profesor de la Universidad de Berkley)
Los servicios de transporte
público operan de manera sistémica, así como lo hace todo aquello que se mueve
en la ciudad. Toda intervención que se haga respecto a uno de los modos que la
gente usa para movilizarse afecta inevitablemente al resto.
Por ejemplo desde que en Bogotá
entró en operaciones un Sistema de Transporte Público, como es el Transmilenio,
pasó la hora de seguir haciendo inversiones en proyectos aislados relativos a
la movilidad urbana. Esto lo hemos evidenciado en estas ciudades, ya que al
observar los planes de infraestructura para la movilidad, contenidos en los
planes de desarrollo; se observa una desconexión de las distintas obras con las
proyecciones o con las troncales. Por lo tanto, consideramos que es hora más
bien de racionalizar sistémicamente dichas inversiones y evaluarlas en
consecuencia.
Los grandes proyectos de
transporte urbano deben dejar de ser la idea emblemática de algún gobernante.
En cambio, deben pasar a ser evaluados y decididos desde una visión sistémica y
organizada sobre el territorio, el desarrollo urbano y la movilidad,
estableciendo mejor el óptimo social de las inversiones públicas y privadas. De
esta manera se servirá mejor al interés común de los habitantes de la ciudad.
Transmilenio ha arrojado una
infinidad de lecciones sobre los más diversos aspectos que dicen relación con
una política pública. Una, poco destacada, es la de entender la indisoluble
relación sistémica entre ciudad y transporte, a la vez que entender que cada
uno de estos componentes es un sistema en sí mismo. Sin embargo, aunque parece
temerario y que requiere de mayor profundización; se evidencia una fuerte
tendencia a obviar tales lecciones. Algunos consideran que tienen
consideraciones poblacionales, culturales y climáticas, sin embargo en materia
de estructuración urbana existen elementos a semejables.
Dentro del sistema de
transporte urbano, los servicios de transporte público también operan de manera
sistémica, por lo tanto, lo que se haga respecto a uno de los modos que la
gente usa para movilizarse afecta inevitablemente al resto. Cualquier
intervención mediante una política pública sobre estas realidades sistémicas
superpuestas y en interacción será, por lo tanto, siempre algo complejo, aun
cuando parezca simple y circunscrito, pues de todos modos tendrá un efecto
sobre el conjunto.
Por ello, se requiere siempre una
mirada cuidadosa respecto a las dinámicas sistémicas que se afectarán con una determinada
intervención, a fin de no producir efectos laterales no deseados. Por lo tanto,
hasta la más ortodoxa de las expresiones de la ideología liberal debe reconocer
que la relación armónica y socialmente óptima entre tales términos requiere de
algún papel “planificador central”, es decir, del Estado, que en su rol de
velar por el bien común tiene la obligación de sopesar dónde mejor se realizan
esas intervenciones, lo que es especialmente cierto respecto de dónde se
invierten los recursos públicos, qué se incentiva o desincentiva.
Es comprensible que a la gente
en general le guste más un sistema más que otro, le guste el carro particular,
sin embargo lo que no se puede dejar a la racionalidad individual, son los
planes de infraestructura relacionada con la movilidad, máxime cuando en estos
centros urbanos existen los sistemas integrados.
No en vano algunos autores lo
han definido como una suerte de racionalidad “sexy” o como un tipo de proyecto
que políticamente más vistoso y, por lo tanto, preferido por los gobernantes.
Obviamente, a todos nos gustaría movernos en un auto Mercedes Benz o en un
Porsche, en vez de hacerlo en un pequeño vehículo utilitario. Pero la
racionalidad de hacerlo en uno u otro estará dada no por el gusto, sino por la
relación entre el costo de uno y otro de estos medios y el poder adquisitivo de
quien los usa.
lunes, 4 de febrero de 2013
El honroso quinto lugar y los retos para mantener una canasta diversificada de generación eléctrica, acorde al futuro
En el estudio de Global Energy
(es el reporte mundial de análisis del sector de generación de energía eléctrica)
Colombia ocupa en el puesto 5º, lo cual es muy honroso. El lugar ocupado es un
reconocimiento a la seriedad con que en este sector (de tanta sensibilidad), ha
desarrollado las políticas públicas, tanto, para la regulación, como para el
incentivo del mercado. Cabe señalar que el sector de la generación y transmisión
es un mercado regulado, a partir de la LEY 142. En este aspecto, la crisis del
apagón en la década de los 90, permitió planificar a corto, mediano y largo
plazo nuestras perspectivas de oferta, para atender las demandas de consumo,
incluida la coyuntura climática que es muy incidente, especialmente en la generación
hidroeléctrica.
Este sector ha logrado tener una
cierta moderación y continuidad en sus políticas de expansión y regulación, por
cuanto, el Estado colombiano ha desarrollado capacidades para guiar la evolución real del sector, a fin de asegurarle
al país que se están tomando las decisiones adecuadas. En este proceso, no solo
ha sido de interés que la demanda eléctrica del país se satisfaga de forma razonable,
si no, que se han considerado en igualdad de condiciones todas las opciones
tecnológicas disponibles, utilizando una paleta de criterios que responden a
los valores actuales de la sociedad colombiana, como son los económicos, los
ambientales, los sociales y territoriales (sobre esto existe un debate,
relacionado a que tan efectiva es la incorporación de estas variables).
Se visualiza, por tanto, que el
Estado dispone de herramientas y procedimientos de planificación ampliados y lo
suficientemente consistentes como para que las señales de largo plazo sobre la
evolución deseable del sector, determinen efectivamente las decisiones de las
restantes instituciones responsables, así como las de los inversores privados.
En este modelo se ha estructurado
un dialogo, que en nuestro país es muy poco común, entre herramientas e
instrumentos de planificación. Por ejemplo, PND da líneas al plan Energético
Nacional (PEN), para que fiej las orientaciones de políticas a nivel macro.
Luego estas orientaciones son desarrollaras y ejecutadas a través Plan de
Expansión para la generación y transmisión eléctrica, quien se encarga de
integrar las condiciones de política, con la realidad del mercado. Este instrumento
establece, las señales para desarrollar oferta de generación y transmisión, en
las distintas alternativas de generación y las zonas nuevas de interconexión o
de ampliación en la transmisión.
Ese engranaje funciona bastante
bien, para lo que sucede en el país, en el momento de hablar de articulación y alineamiento.
Sin embargo, este modelo requiere de ajustes en el sentido, de lograr una mejor
incorporación de la variable territorial, ambiental y social, tanto en sus
procesos de toma de decisión, como en la sincronía que debe existir frente a
los compromisos institucionales de carácter internacional (Kyoto, por ejemplo).
El reto que enfrenta este
modelo, el sector ya lo detecto, por cuanto hace un año, realizó una EAE
(evaluación estratégica) de mejora al modelo de planificación. Algunos de los
retos que debe resolver son;
1. Que el modelo de
planeamiento incorpore en el corto plazo y de forma permanente una evaluación
de las opciones disponibles para la expansión del sistema eléctrico del país,
incluidas aquellas ambientalmente amigables.
2. Que el modelo de
planeamiento sea capaz de incorporar en el mediano plazo criterios ambientales,
sociales, étnicos, culturales y territoriales en la toma de decisión sobre la
generación y transmisión, así como indicadores de seguimiento del desempeño
sectorial en estos aspectos.
3. Que el modelo de
planeamiento incorpore en el corto plazo criterios detallados asociados a la
gestión eficiente de cuenca hidrográfica en las decisiones relativas a opciones
de hidroelectricidad.
4. Que el modelo de
planeamiento posibilite en el corto plazo la coordinación institucional en su
toma de decisión.
Para que el sector logre dichas
mejora, sin lugar a dudas, implica la misma seriedad y continuidad que se ha
mostrado hoy día.
Toda esta breve descripción
viene al escenario, por cuanto, el país a futuro inmediato se tiene que enfrentar
a un debate de decisiones, por un lado se tiene que la generación con hidroeléctricas,
ya está llegando a su tope máximo, en cuanto a los grandes proyectos, y se
inicia una fuerte tendencia a las microcentrales. Por el otro lado, los
nubarrones negros del mercado del carbón y las grandes reservas que hoy
tenemos, harían pensar que para compensar la baja en las exportaciones, se
usaría con mayor intensidad este recurso para generar energía eléctrica, de consumo
interno y para vender a centro América y sur América.
Las dos alternativas tienen
unos costos ambientales y sociales, muy altos, y que en el concierto internacional,
llevaría por ejemplo al país, a aumentar su huella de carbono (nos llevaría a perder puestos en el ranking, ya que es uno de los criterios). Habrá que ir
decantando el debate sobre cómo se visiona y se determina nuestra canasta de generación
a futuro. Pero el llamado que se hace, es para que la generación alternativa (Eólica,
Solar) se integren más al modelo y dejen de ser solo una perspectiva futura.
En reciente visita al centro
del Departamento del Cesar, hay inquietud en la población del Paso, por una termoeléctrica,
que anuncia EPM que va construir en esta zona. Según se pudo indagar, es un
proyecto piloto de generación. Pensamos que así como existen estos pilotos, el
modelo debería incentivar aun más que en zonas como ésta, se implanten modelos alternativos,
ya que es una zona rica no solo en carbón, si no en radiación solar. Si se apuesta
por establecer varios HUB de generación en el país (como lo plantea PND), ojala
sea con oferta diversificada de generación.
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