El siguiente articulo, esta relacionado con la pertinencia del campo académico frente a la solución de problemas públicos, donde lo académico deje de ser "académico" y participe activamente en los procesos de toma de decisión, de los países.
Se comparte este articulo del profesor Por: Nicolas D. Kristoff, como insumo a la reflexión que se nos viene en Colombia, con la intención de ser más educada y doctorando más y repatriando doctorados. Algunas inquietudes que surgen, pueden ser: ¿esta dispuesto el establecimiento, a ceder su espacio en el manejo en el manejo de las decisiones de país, de departamento o municipio, a académicos doctorados? o ¿toda la alharaca de abrir mas cupos y repatriar doctorados, es apenas un mero formalismo del candor electoral?
Se comparte este articulo del profesor Por: Nicolas D. Kristoff, como insumo a la reflexión que se nos viene en Colombia, con la intención de ser más educada y doctorando más y repatriando doctorados. Algunas inquietudes que surgen, pueden ser: ¿esta dispuesto el establecimiento, a ceder su espacio en el manejo en el manejo de las decisiones de país, de departamento o municipio, a académicos doctorados? o ¿toda la alharaca de abrir mas cupos y repatriar doctorados, es apenas un mero formalismo del candor electoral?
Algunos de los
pensadores más inteligentes de los problemas en Estados Unidos y en el mundo
son profesores universitarios. Pero en su mayoría, simplemente no pesan en los
grandes debates de la actualidad. La
forma más punzante de descartar un argumento es decir: “Eso es académico”.
En otras palabras,
ser académico significa ser irrelevante en muchos casos. Una razón es el anti
intelectualismo en la vida de Estados Unidos, el tipo de actitud que hizo que
Rick Santorum reprendiera al presidente Barack Obama llamándolo “esnob” por
querer que más jóvenes pudieran ir a la universidad. O la que hace que los
congresistas republicanos critiquen el gasto en investigaciones de ciencias
sociales. Pero no es sólo que Estados Unidos ha marginado a algunas de sus
mentes más brillantes. Ellas se han marginado a sí mismas. “Todas las
disciplinas se han vuelto más y más especializadas y más y más cuantitativas,
lo que las hace cada vez menos accesibles para la gente en general”, observa
Anne-Marie Slaughter, exdecana de la escuela Woodrow Wilson de Princeton y
actual presidenta de la Fundación Nueva América.
Hay muchas
excepciones, por supuesto, especialmente en economía, historia y algunas
ciencias, en escuelas de estudios superiores como derecho y administración y,
sobre todo, en escuelas de administración pública. Para el caso, tenemos a un
profesor de derecho en la Casa Blanca. Pero en general, creo que ahora hay
menos intelectuales en los planteles universitarios estadounidenses que en la
generación anterior.
Un problema
fundamental es que los programas de doctorado han impulsado una cultura que
glorifica lo oscuro e ininteligible y desdeña los efectos y al público. Esta
cultura de exclusividad se transmite después a la siguiente generación a través
del proceso de titularidad en la cátedra, para el cual la consigna es publicar
o perecer. A los rebeldes se les aplasta o se les aleja. “Muchos académicos desdeñan la prédica en
público por considerarla una distracción frívola de la verdadera investigación”,
indica Will McCants, especialista en Oriente Medio de la Institución Brookings.
“Esta actitud afecta las decisiones para dar titularidad. Si la clave sine qua
non del éxito académico es la publicación de artículos revisados por los pares,
entonces se penaliza a los académicos que malgastan su tiempo escribiendo para
las masas”.
El último intento
del mundo académico por amurallarse y apartarse del mundo externo fue la
propuesta de la prestigiosa Asociación de Estudios Internacionales, en el
sentido de que los editores de sus publicaciones estuvieran impedidos de tener
un blog personal. La asociación también hubiera podido gritar: ¡queremos que
nuestros académicos sean menos influyentes!
Un problema relacionado es que los académicos que buscan la titularidad
deben codificar sus ideas en una prosa ampulosa. Como doble protección contra
el consumo público, estos galimatías suelen esconderse en publicaciones
desconocidas. O se publican en la prensa universitaria cuya reputación de
soporífera mantiene a distancia a los lectores.
Jill Lepore,
historiadora de Harvard que también escribe para The New Yorker y es una
excepción de todo lo que he dicho aquí, observa el resultado: “Una enorme y
colmada montaña de conocimiento exquisito rodeada de un amplio foso de terrible
prosa”.
Como experimento,
algunos estudiosos envían galimatías sin sentido a las publicaciones académicas
y ven con sorpresa que sus tonterías son publicadas. Mi amor de antaño, la ciencia política, es
un delincuente particular y parece estar tratando de cometer suicidio en
términos de efectos prácticos. “Los
doctores en ciencias políticas generalmente no están preparados para hacer
análisis del mundo real”, advierte Ian Bremmer, doctor en ciencias políticas
que maneja el Grupo Eurasia, una empresa de consultoría. A fines de los años treinta y principios
de los cuarenta, el 20 por ciento de los artículos de la revista American
Political Science se centraban en recomendaciones de política: en el último
conteo, ese porcentaje se había reducido a 0,3 por ciento.
Las universidades
se han retirado de los estudios de área, por lo que tenemos especialistas en
teoría internacional que saben muy poco de lo que es práctico en el mundo.
Después de la Primavera Árabe, un estudio del Centro Stimson examinó si
diferentes sectores habían previsto la posibilidad de levantamientos. Encontró
que los académicos fueron los que más caso omiso hicieron, en parte porque se
basan en modelos cuantitativos o en construcciones teóricas que fueron inútiles
para prever los disturbios.
Muchas disciplinas
académicas también han reducido su influencia por descuidar la diversidad
política. La sociología, por ejemplo, debería estar en el centro de muchos
problemas nacionales, pero está tan dominada por la izquierda que la derecha la
rechaza instintivamente. En cambio,
la economía es uno de los pocos campos académicos con una presencia republicana
significativa y eso ayuda a mantener los debates económicos dentro del mundo
real. Esa podría ser una de las razones, junto con el empirismo y el rigor, de
que los economistas (como mi colega en estas páginas Paul Krugman) influyan en
el debate de muchos temas, desde la atención médica hasta la educación.
Hoy en día, los
profesores tienen a su disposición un número creciente de herramientas para
educar al público, desde cursos en línea hasta blogs y medios sociales. Empero,
los académicos han sido lentos para aventar perlas de conocimiento en Twitter o
Facebook. Del mismo modo, han sido las charlas TED, a cargo de gente no
académica, las que hacen que sea agradable mirar las conferencias (aunque debo
un reconocimiento a las conferencias de Teaching Company, que han animado los
paseos en auto con mi familia).
Escribo esto con pena, pues alguna vez consideré una carrera académica y
admiro profundamente el conocimiento que se encuentra en los planteles
universitarios. Así pues, profesores, no se enclaustren como monjes medievales.
¡Los necesitamos!
Por: Nicolas D. Kristoff
Profesor Universidad de Harvard