martes, 19 de marzo de 2013

La política urbana de corto, mediano y largo plazo, es una necesidad inaplazable en Colombia


Hoy queremos compartir la siguiente reflexión: las ciudades intermedias en Colombia, vienen en un creciente y rampante crecimiento, en algunos casos desbordados demográficamente, espacialmente, y de subterranizaciòn de la economía. Sin embargo, no aparece esta situación como elemento de la agenda pública nacional y tampoco existe una política clara y con visión que demarque o direccione el desarrollo local. Se hizo el esfuerzo loable de de pensar en ciudades sostenibles (BID-DNP) y se trabaja en un Conpes de desarrollo local; pero no hay nada en concreto que ayude o genere lineamientos de salida a esta problemática creciente, en algunos corrillos políticos se cree falsamente que esto se darà con la emisión de los nuevos POT

Son varios los ejemplos, Yopal, Villavicencio, Valledupar, Pereira, Montería, Armenia, Cartagena, Cali, Bucaramanga, Barrancabermeja, Pasto, Popayán, Neiva. Cada uno de estos casos tiene un acento particular, pero un mismo patrón, crecimiento sin brújula y sin horizontes claros

Para amenizar esta reflexión de hoy, queremos compartir el análisis que realiza el profesor Carlos Bustamente, sobre la problemática de Cartagena. Con estos elementos cada uno sacará sus conclusiones:

Muchos son los aspectos en que Cartagena muestra o acentúa su rezago. Los particulares han realizado cuantiosas inversiones que en algunos aspectos han modernizado la ciudad. Esos esfuerzos siguen su curso hasta cuando encuentran el bloqueo por la inercia o la incuria de la autoridad pública.

Ya se sabe que en el inmediato futuro la carencia de agua potable será una limitante severa para la expansión urbana. Y cada día la movilidad se encuentra más restringida, sin que se avizore solución alguna. Y así los problemas se agigantan ante la mirada de una autoridad pública que en forma intermitente produce engañosos anuncios de proyectos que se quedan en estudios o en planes de desarrollo destinados a engrosar la biblioteca de la palabrería oficial inútil.

Del plan maestro de drenajes pluviales, de la central de carga, de la central de abastos, del traslado del mercado y de nuevas vías, para citar sólo unos ejemplos, se viene hablando desde hace muchos años sin que alcaldes en propiedad o interinos tomen en serio tales asuntos.

Los problemas siguen y la vida ciudadana se complica. Cada día la ciudad es más inhóspita para sus residentes. Lo que es suficiente para certificar que no existe ni ha existido diálogo entre alcaldes y ciudad, pues la esencia de éste consiste en que la autoridad esté atenta a las dificultades de la cotidianidad de los habitantes para anticipar soluciones. Diálogo con los gobernantes no es que éstos aparezcan a diario en forma hostigante en la prensa escrita haciendo promesas engañosas ni que fastidien a la audiencia copando tiempo en radio y televisión. Más valiera que el pudor llevara a nuestros alcaldes a un silencio penitencial mientras realizan obras correctas para el beneficio común.

La movilidad de Cartagena empeora día tras día. A los problemas surgidos de la escasez vial y del aumento de automóviles, buses y camiones, de carretas impulsadas por el hombre o arrastradas por animales, de la ocupación de vías por vendedores o de peatones que no encuentran otro sitio por donde caminar, ahora sumamos el bicitaxismo, negocio que crece a ciencia y paciencia de la autoridad.

Se argüirá que la falta de trabajo formal alternativo para los bicitaxistas justifica tolerar este inapropiado y riesgoso modo de transporte. Claro, ese mismo argumento ha servido para validar la ocupación del espacio público, protegió el mototaxismo y seguirá esgrimiéndose ante toda nueva forma de trabajo informal que aparezca. La seguridad de los ciudadanos importa menos, y las autoridades respiran cómodas porque piensan que ese argumento las redime de cumplir sus deberes de buenos administradores.

En orden a encontrar una solución, pensaríamos: prohibamos la circulación de vehículos particulares de transporte. Así dejaremos las calles despejadas para el servicio público de buses y taxis, mototaxis, carretas y bicitaxis. Pero aquí surge el escollo: la medida es imposible porque tampoco habrá autoridad que la haga cumplir.

En otras palabras, Cartagena carece de autoridad seria, y ha carecido de ella desde hace tiempo, y por ello no hay soluciones de disciplina ciudadana como tampoco de una administración que acometa proyectos que modifiquen la realidad.

Cualquier parecido con otra ciudad del país es pura coincidencia, alguna preguntas que surgen son las siguientes:

¿Cómo pretendemos ser competitivos, si la gran parte del territorio va directo al desgreño y desarrollo poco sostenible? ¿Cómo puede ser competitiva una ciudad sin orden urbanístico, sin buenos servicios públicos y con una movilidad caótica? ¿Cómo puede una ciudad generar ingresos propios para ser autónoma fiscalmente, si es caótica en movilidad, en urbanismo y no posee buenos servicios públicos? ¿Cómo pretendemos ser competitivos si nuestra sociedad es poco participativa y apática a construir entornos de gobernabilidad? ¿Cómo ser competitivos si se deje que los gobernantes locales cada cuatro años definan a su antojo el destino de la ciudad? ¿Cómo ser competitivos si nuestros gobernantes carecen de visiones estratégicas como la de ciudad región, para gobernar? ¿Cómo ser competitivos con alta dependencia a las economías de enclaves?

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