domingo, 30 de marzo de 2014

Nueva Gestión Pública: ¿el meteorito que mató al dinosaurio de la falta de gerencia pública?

En el diario el espectador de Colombia, un columnista escribió: Hay, por lo menos, dos formas de no hacer nada en el sector público. La primera ante la ocurrencia de graves crisis sociales, consiste en contentarse con la realización de sonoros anuncios de que se emprenderán grandes obras y se harán desembolsos billonarios.  Pronto la opinión pública, que se impresiona con la siguiente catástrofe, olvida la anterior y se prepara para recibir nuevos anuncios. Y así sucesivamente. Todo sigue más o menos igual.
La segunda forma de no resolver un problema profundo es exigir y lograr que su solución revista la categoría de una reforma legal o, mejor, constitucional. De esta forma, las nuevas normas consagran, como derechos del ciudadano, la paz, el fin del hambre, la pobreza, la enfermedad o la desnutrición. Se les atribuyen poderes mágicos a esos ejercicios constitucionales y legales, como si pudieran, una vez decretados, transformar la realidad y lograr la redención de quienes sufren en este mundo.
A partir de ello queremos centrarnos en la segunda forma, que es un mal endémico en nuestros países,   llamado falta de gerencia. Esta ausencia se intenta suplir con la implementación de corrientes teóricas y sus modelos, a través de  reformas o cambios en la administración publica, como una tabla salvadora. A esa tabla se le ha denominado Nueva gestión Pública, y sobre a cual en nuestro país, ya en algunos estamentos del estado se vislumbra como la formula "solida y robusta", que podrá mejorar los niveles de gerencia en los próximos años.
Al respecto como el profeso Arellano analiza en su libro sobre reformas administrativas en Mexico, encontramos que al analizar la Nueva Gestión Pública (NGP), es difícil separarla tanto del contexto de toma de decisiones sobre el que se sostiene como de la retórica que la sustenta. Entender la NGP como un paradigma dominante, nuevo, que en la práctica se impuso por la simple fuerza de su racionalidad, es por demás ingenuo o propio de los reformadores que se ven obligados a convencer a como dé lugar a los participantes y al público de la bondad de sus reformas. Ni la NGP se ha impuesto por la capacidad o racionalidad de sus ideas, ni es una serie ordenada de ideas enteramente nuevas, ni la "vieja administración pública" ha dejado de funcionar o dar respuesta a problemas prácticos. En otras palabras, la NGP no es tan diferente, como se suele pensar, a la argumentación de lo que conocemos como la Administración Pública Progresiva, ni ha resuelto, con pruebas científicas validadas y controladas, los dilemas más importantes (éticos, sociales, de innovación y equidad) que la APP enfrentó. La NGP es una corriente innovadora en muchos sentidos, pero es necesario ubicarla en su real dimensión para apreciar sus aportaciones y sus límites, más allá de la retórica propia de los reformadores y apologistas de la NGP.
Lo investigado por el profesor Arellano en Mexico, deja una  lección  de suma importancia para Colombia y América Latina. En otras palabras, ninguna reforma administrativa que se conciba a sí misma como una transformación exclusivamente técnica, basada en palabras como "calidad", "innovación", "cliente", "evaluación por resultados" tendrá posibilidades de éxito en el corto plazo en "hábitats" administrativos altamente clientelares (al ser un mecanismo de representación social), poco responsables (al ser la vigilancia tanto del Congreso como dentro del ejecutivo poco integrada y capaz), basados en la lealtad pero poco profesionales (al ser el servicio civil inexistente o débil), acostumbrados a la opacidad informativa y la sobre normativización (como mecanismos de diluir responsabilidades, tomando decisiones de manera autoritaria y poco dados a la negociación y la cooperación).

La reforma administrativa en países como Colombia es mucho más que una reforma técnica o administrativa en sentido estricto. Implica un esfuerzo de transformación de los marcos políticos y los juegos institucionales. La discusión no es si debemos abandonar las ideas de la vieja administración pública, o si podemos implementar las ideas de la NGP devenidas de realidades políticas distintas. La cuestión es la inteligencia para enfrentar los problemas específicos y valerse de las herramientas adecuadas a las necesidades de transformación de los aparatos administrativos en "hábitats" como éste.

Es imperante, que en la agenda del próximo cuatrienio, el presidente Santos, o quién gane, se tomen muy en serio, el tema de fortalecer los distintos niveles del estado, en la formación de una cultura gerencial. Ojalá el programa de fortalecimiento que plantea el DNP con el crédito del Banco Mundial no se diluya, en: A. La anquilosada visión de la gestión publica, que hereda una de sus direcciones. B. La pretensión de convertirse en transformación "robusta y solida", basada en palabras como "innovación territorial", obviando   la existencia de "hábitats" administrativos altamente clientelares.

Puede ser suficiente la NGP o cualquier otro modelo (como lo fue en su momento la gestión por resultado), ¿si las organizaciones públicas cuentan con gerentes que no gerencian?  ¿si en el estado se manejan asimetrías de información? ¿si el estado privilegia la cultura del reporte, a la formación de cultura gerencial en la administración de los recursos públicos?.

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