martes, 2 de abril de 2013

Concesiones de cuarta generación: más interés financiero que especificaciones técnicas, ¿mito o realidad?


Nuestra reflexión de hoy tiene que ver, con un nuevo laboratorio en la política pública en materia de infraestructura vial del país, a través del llamado programa de concesiones de cuarta generación. La afirmación laboratorio subyace dado que el gobierno nacional, apuesta por una nueva manera de estructurar y concesionar grandes corredores del país. En este nuevo experimento se  pasa abruptamente de la preocupación por las especificaciones técnicas en la estructuración, a la preocupación jurídica y bancaria. En el medio de todo este laboratorio está la competitividad del país.

Desde nuestra posición independiente, seguimos reconociendo la gran visión de modernidad en la gerencia pública que posee nuestro presidente Juan Manuel Santos. Uno de los elementos que a nivel  de papel y discurso, nos llamo la atención del hoy presidente, fue su visión de la locomotora de infraestructura. En una intervención realizada en campaña, ante estudiantes de la Universidad de los Andes, le escuchamos lo siguiente: “nuestros proyectos viales serán ejecutados con altas especificaciones técnicas, serán proyectos ambiciosos, con un estructuración moderna y ágil. Serán vías con túneles y viaductos para que no escuchemos más que un derrumbe obstruye el paso vial”.

Pasaron dos años largos del gobierno, para conocer a ciencia cierta, parte de lo que él entonces candidato, propuso en campaña. La noticia pasó un poco desapercibida ante los medios de comunicación, pero en días pasados se lanzó una especie de programa llamado, concesiones de cuarta generación. Este programa consiste en una apuesta de ejecución de proyectos de infraestructura, pero que sin embargo, deja algunos peros.

El denominado programa se compone de 30 procesos licitatorios para igual número de concesiones viales, por un valor total de 44 billones de pesos, que se apalanca con vigencias futuras hasta el 2030. Este hecho genera para el ejecutor, el imperativo que la contratación y la ejecución de las obras no sufran mayores tropiezos (se está empeñando gran parte de la inversión del país en materia vial).

En el plan, los pagos al concesionario estarán supeditados a la puesta en servicio de tramos viales, con lo cual se busca cerrar la puerta para las famosas adiciones a los contratos. Según algunos especialistas como Juan Martín Caicedo, estas medidas ponen de presente un sesgo hacia los componentes jurídico y financiero, dejando de lado un elemento vital en la ejecución de  proyectos, como lo son variables técnicas y especificaciones viales.

Como resultado del sesgo, se evidencian las debilidades técnicas de las carreteras escogidas; es decir, que se genera un manto de duda sobre los corredores escogidos, que muestran ausencia de verdaderos análisis de costo-beneficio.

Para la asociación de ingeniería de Colombia este programa, no refleja desde el punto de vista técnico, el denominado sistema vial “a la europea”, con grandes especificaciones de ingeniería (túneles, puentes, viaductos y pendientes lo más reducidos posible); que sugirió el mismo presidente Santos bajo el concepto de “modernidad” que ahora pregona el Gobierno.

Las vías de cuarta generación no prevén parámetros uniformes en componentes como las velocidades, los radios de curvatura y las pendientes máximas permitidas. Este programa, en efecto, evidencia carreteras de bajas especificaciones (10.000 millones de pesos/km y pendientes absurdas hasta del 14 por ciento para velocidades muy reducidas), que contrastan dentro de la propia propuesta con algunas vías realmente competitivas (44.000 millones de pesos/km y velocidades de 80 km/h).

Otra inquietud que presenta Juan Martín Caicedo corresponde a la “precalificación”, para escoger los oferentes en la cuarta generación de concesiones privilegia a los entes financieros, en perjuicio de las concesionarias que ya demostraron solvencia técnica y económica y de las mejores firmas constructoras nacionales e incluso extranjeras. Desde esta perspectiva, ningún actor meramente financiero va a asumir cómodamente el riesgo constructivo implícito en las carreteras que habrán de concesionarse (entre 500 y 1.000 millones de dólares en promedio) sin estar acompañado de los jugadores naturales para ello, especialistas en su gestión y, por ende, en la mitigación y prevención del riesgo que se deriva de la construcción de las vías.

Confiamos en que las anteriores observaciones, fundadas en los juicios de un grupo de expertos, puedan de alguna manera generar conciencia de lo que está en juego, la competitividad del país, vigencias futuras de alrededor de 44 billones de pesos y la ilusión de millones de Colombianos, que esperan que la movilidad del país sea moderna.

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