La presente nota, es compartida por el blog, Rincón de
Dublín. Se reproduce esta nota, en aras de continuar reflexionando sobre temas de gobierno y planeación.
20 años después de la constitución de
1991, el diseño institucional más importante que ha vivido este país
se tuvo la esperanza que el escenario de la planificación como
estadio necesario e importante para la gestión pública iba ser
mejor, máxime cuando se le otorgaba al DNP el carácter de
Superministerio.
La situación dos décadas después no se será mejora o peor, cada quien saque sus conclusiones y realice sus análisis. Para este efecto les comparto el siguiente artículo escrito por Adolfo Meissel, publicado en el espectador del pasado sábado 5 de Enero:
EL DEPARTAMENTO NACIONAL DE
planeación (DNP) se estableció en 1958, cuando en el Tercer Mundo las agencias
multilaterales promovían la orientación centralizada de la estrategia nacional
de desarrollo. Un complemento de esa entidad fueron los planes decenales de
desarrollo económico que por esa época empezaron. Ese impulso contó con la
asesoría del economista Lauchlin Currie, formado en la Universidad de Harvard y
que se estableció en Colombia escampando del macartismo.
En términos del pensamiento
económico Currie fue un keynesiano cercano a la ortodoxia de la época. Se
identificaba también con la idea de que un puñado de “iluminados”, con
excelente formación en teoría económica en las buenas universidades del exterior
y del país, podían definir con bastante éxito la senda que deberían seguir las
inversiones públicas y los incentivos a la inversión privada, para transitar
hacia el crecimiento dinámico sostenido. Ese ha sido desde entonces el dogma
que ha orientado la planeación en Colombia.
Hoy, 55 años después de la
creación del DNP, algunos analistas creen que ha llegado la hora de eliminarlo:
las economías capitalistas más dinámicas no cuentan con este tipo de
organismos, donde se centraliza casi toda la capacidad decisoria en materia de
inversión pública. Otros, menos radicales, consideran que no debe seguir
funcionado solo como especie de guardián central de la calidad de la inversión
pública, en un país en el cual las regiones han ido obteniendo una mayor participación
en el manejo económico y político. Por lo tanto, piensan que ha llegado la hora
de reformar la estructura y funciones del DNP para que esté acorde con el
espíritu de la Constitución de 1991 y la Colombia del siglo XXI.
Paradójicamente, una de las primeras
cosas que habría que hacer al reformar el DNP es retomar el espíritu inicial
que tuvo cuando se creó, que era pensar en las grandes estrategias de
desarrollo económico para el país. Esto se ha perdido con el paso de los años,
pues el día a día de sus funciones absorbe las energías y el tiempo de sus
funcionarios. No hay en su actual estructura una unidad o división dedicada al
análisis de las grandes estrategias del crecimiento económico en el largo
plazo. Esto sucede, además, en un país donde no hay carreteras, porque el
Estado no tiene la capacidad institucional para adelantar obras de
infraestructura pública de manera eficiente. Valdría la pena retomar las
lecciones del recientemente fallecido Albert O. Hirschman (1915-2012), quien en
su clásico La estrategia del desarrollo económico enfatizó el problema de la
falta de capacidad decisoria como uno de los grandes problemas de los países
con una débil institucionalidad. También valdría la pena tener en cuenta el
interés de Hirschman por entender las políticas que empoderan a la población
para participar de manera activa en la actividad pública. Esto a propósito de
la necesidad de hacer una planeación más acorde con la naturaleza
territorialmente heterogénea de nuestra economía. ¿Por qué debe estar todo el
DNP en Bogotá? ¿Por qué razón no se toma una actitud más proactiva con el
desarrollo regional? En esto último la experiencia del Brasil, con la creación
de la Superintendencia para el Desarrollo del Nordeste , en 1959, para acelerar
el crecimiento del Nordeste, es un ejemplo de un caso muy exitoso de promoción
de una zona específica del país. Allí un nordestino, Celso Furtado, dirigió la
estrategia del Brasil para su región rezagada. Es decir, todos remando para el
mismo lado y no como sucede ahora con el DNP: allá los cachacos y en la selva
los demás.
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